"HAY QUE HACER MUCHO
PARA QUE CHILE EXISTA"
PARA QUE CHILE EXISTA"
ENTREVISTA A ARMANDO URIBE
Armando Uribe Arce (n. 1933), poeta, ensayista, diplomático y jurista, accedió
inmediatamente a recibirnos en su departamento del centro de Santiago, en ese
sector, vecino al Parque Forestal y al cerro Santa Lucía, que conserva cierta
elegancia y mantiene, o ha adquirido, un aire literario: en él viven también
Miguel Serrano y Armando Roa Vial y allí están las librerías de Enrique
Lafourcade y de Cristian Warnken. Con cordial espontaneidad, sin esperar a ser
interrogado, don Armando nos expone los temas que le apasionan: la influencia
norteamericana en Chile y la "renuncia a la patria" de la clase
dirigente; su visión de la historia nacional y de la suerte de la cultura.
Habla de sus inquietudes religiosas, evoca sus vivencias familiares y recuerda
entre sus maestros de la época escolar al futuro historiador Mario Góngora y al
poeta Roque Esteban Scarpa. Refiere cómo, encontrándose becado en Italia,
descubrió a Ezra Pound; y cuenta de la especie de inventarío que hicieron el
historiador Leopoldo Castedo y él, estableciendo cuál de los Presidentes de
Chile había sido el más tonto (uno civil y reciente).
Armando Uribe ha
publicado, entre otras obras variadas, Pound
(1963, ensayo y antología de poemas por él traducidos), Historia de la intervención
norteamericana en Chile (1974), Antología de Ezra Pound (1995, en colaboración
con su tocayo Roa), Las críticas de Chile (poesía, 1999), Carta
Abierta a Agustín Edwards (2002, sobre la cual cf. "Pacto con
Chile", CC 65), Memorias para Cecilia (2002, dedicadas a su
esposa difunta), Poesía enamorada (2003, obra juvenil cuyos originales
permanecieron casi cincuenta años guardados en una caja). Entre 1964 y 1973
trabajó en el ministerio de Relaciones Exteriores, desempeñando cargos en EU y
-como embajador- en China Popular. Firmó, en representación chilena, el tratado
de proscripción de las armas nucleares en América Latina. En 1971 participó en
la redacción de la ley de nacionalización del cobre. Bajo el gobierno de
Pinochet, estuvo exiliado en Francia. Un hombre de izquierda, se puede decir
por sus antecedentes, pero al cual esa etiqueta le queda estrecha; en absoluto
un hombre de partido. Un chileno "viejo", en suma, que reconoce las
tradiciones familiares, pero que ha estado abierto a las tendencias del siglo
que le tocó vivir.
CC-¿Cómo juzga al gobierno de
la Unidad Popular y al golpe de 1973?
AU-Ese gobierno era consecuencia de
la historia política y social chilena de décadas y décadas, se
puede decir desde 1891, se puede
decir de 1920. Pero era algo natural,
que si no se hubiera producido la intervención norteamericana, lo que
hubiera ocurrido en Chile habría sido
diferente. No digo que la causa
norteamericana fuera la única, no fue causa
suficiente, pero fue causa eficiente para provocar lo que se produjo y
producir las consecuencias
de las que todavía somos objeto, más o menos víctimas o no, pero objetos.
-Usted, en su libro Historia de la intervención
norteamericana en Chile, hace un paralelo entre Diego Portales, el primer
antiimperialista, y después la oligarquía, que se lo apropiaba.
-Cuando uno llega a una edad avanzada, se llega a
algunas conclusiones. Yo creo que el Estado de Chile fue una creación de Diego Portales y de Andrés Bello, yo tiendo francamente
a no separar los dos nombres. Ellos
llegaron a proponerle a la población
chilena y al mundo que Chile fuera un país civilizado en el sentido de los
países europeos y, efectivamente, se llevó a cabo este gran proyecto que se iba cumpliendo parcialmente y eso, en mi opinión, con altos y bajos, pero más altos que bajos, se produjo en el curso de cientocuarenta años, digamos desde la Constitución de 1833 hasta el golpe de Estado de
1973, hubo la creación del Estado en la República de Chile, que intentó construir un país
civilizado. Creo que ese Estado
histórico de Chile, secular, de más de un siglo fue derrumbado hace treinta años por
una fuerza
que tenía
algunas características casi ancestrales, desde un punto de vista, pero desde otro punto de vista, el grado de
violencia organizada llevó al extremo
la violencia tal cual se ha conocido
en Chile y en otras partes de América
desde la Conquista.
Durante más de un siglo, hasta 1655, hubo guerra
permanente, todos los años,
constantemente, que ocupaba a la
población. El que llegaba a Chile
llegaba para quedarse: en primer
lugar porque era muy lejos; y en segundo lugar, llegaba durante ese siglo y tanto, llegaba a combatir, o con el espíritu de combate, no con la
idea de hacerse la América, como si
ocurrió en otras partes. Por eso
había menor capacidad comercial, de
negocios, en los que fueron conquistadores y sus familias y durante las generaciones que han seguido. En el caso del
pueblo chileno, no cabe duda, en su enorme mayoría, proviene del siglo XVI y sucesivamente, cosa
que no ocurre con las capas que han dominado el país desde antes de la
Independencia y durante más de un siglo después de la Independencia.
-Usted concuerda con la tesis de Mario
Góngora, del fondo guerrero del pueblo chileno.
-Completamente. Y creo que la crítica más
inteligente y más tremenda hecha de lo que pasaba en Chile, publicada en
el año 1982, es el Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile
en los siglos XIX Y XX. Yo estoy completamente de acuerdo con todo,
incluso lo he vuelto a leer .
También estoy de acuerdo con una carta que aparece
en la biografía de Mario Góngora hasta los treinta y cinco años, hecha por la
señora Patricia Arancibia Clavel, donde aparece una carta que dirige
a un amigo suyo, que era un arquitecto, y le dice que la
civilización occidental terminó con la Segunda Guerra Mundial. En la primera
lectura entendí: "porque no ganó el Eje". Pero una segunda lectura me
permitió entender qué era el fenómeno
de la Segunda Guerra Mundial que, por lo demás, es eco amplificado de la
Primera Guerra Mundial. Y eso terminaba
con la civilización occidental, creo que estamos viendo, en estos cincuenta
y ocho años que han pasado, la disolución de esa antigua civilización, y lo que domina es esta pseudo-civilización encabezada por EE.UU., que consiste en la barbarie tecnológica
manejada por tecnócratas.
-En sus memorias, usted cita otra
frase de Góngora: "la cultura se preserva mejor en estos países pequeños y
periféricos, alejados de los grandes centros".
-Exactamente, en la periferia y no en las metrópolis,
cuando las civilizaciones decaen, como la del Imperio Romano,
la greco-latina, y eso efectivamente ocurrió en lo que se llama la Edad Media, en
los monasterios dispersos en distintas partes del Imperio que
conservaban los valores centrales, los valores vivos, de cultura, de esa civilización
que se disgregó, y fue largamente muriendo, pero la verdad es que la decadencia
y caída del Imperio Romano
duró mil años, hasta la toma de Constantinopla.
En cambio, en este siglo XX, hemos visto con mucha rapidez,
con una
aceleración extrema, el término brutal de la civilización occidental y estos grumos que han quedado hasta
hoy, pero en otro cuadro, que
es el de una pseudo-civilización.
-Tomando un poco la idea, el
Chile de hace cuarenta o cincuenta años tenía actitudes provincianas que hacían
posible esa vida más parroquial, esa vida social más íntima que usted decía al
comienzo; luego justamente es esa civilización tecnológica la que la ha ido matando.
-Estoy de acuerdo, por la manera en que fue
mal asimilada esa pseudo-civilización. Es la idea de Maurice Barrès,
el gran nacionalista francés cuando hablaba -era antisemita-, de los extranjeros
que
no tienen lazos con la tierra y los muertos. Y, efectivamente, yo creo
que eso revela una verdad: rara vez establecen un pacto con la República
y con
el pueblo mismo, no se sienten, a través de sus obras -no de sus
palabras, porque generalmente los inmigrantes
de las primeras generaciones son muy
de emblemas patrióticos y a pulir nada
más que los signos, pero no interiormente asimilados; salvo excepciones, porque las hay, pero se cuentan con los dedos de pocas personas. Los inmigrantes no tienen relación
con la tierra y no tienen muertos en
esta tierra, yo creo que el
valor de lo de Barrès es general.
Un imperio sin raíces
Realmente ahora hay el primer imperio universal
que cubre absolutamente todo el globo
-Y sin raíces.
-Y sin raíces. Ésta es la primera vez, nunca había
habido, incluso el Imperio británico que se expandió a todos los continentes, sin embargo no es como ahora,
en que incluso los enemigos de
EE.UU., pues bien, están completamente condicionados en sus decisiones a la posición o actitud que tome EE.UU. respecto a ellos.
La juventud de todo el mundo es más o
menoscontestataria, verbalmente muy antinorteamericana -a veces no-, pero
culturalmente es norteamericana, lo único que quiere es parecerse más a los
norteamericanos.
-Exacto; ahora, el uso que se hace de la palabra
Dios. El segundo mandamiento de la ley de Dios es no jurar el
santo Nombre de Dios en vano, ahora, malamente a veces, se dice que no hay que
decir "lo juro por Dios", pero no es a eso lo que se refiere, se
refiere al uso de lo divino como mercadería, como moneda de cambio, como objeto; el uso que hace de la palabra Dios el señor Bush es insoportable,
es evidentemente un uso de mercadería,
la referencia a lo divino es jurar el
santo Nombre de Dios en vano, es el segundo
mandamiento, después del mandamiento de
amar a Dios sobre todas
las cosas.
Los EE.UU. son una pseudo-civilización muy
peligrosa. Ahora, esto de la tecnología: Spengler, en la decadencia
de Occidente, explica los motivos de las transformaciones; Heidegger, muy profundamente, ataca la técnica. Hay muchos otros
que han ido anticipando esta decadencia debido al endiosamiento de lo técnico, de lo manufacturado. Esto llega al extremo que hace unos dos o tres meses, apareció en Inglaterra, un libro de un británico que es miembro de la Royal
Academy of Sciences, es Royal Astronomer de la Corona británica, y se llama sir Martín Rees, el libro se llama The last century, el último
siglo, y la tesis es que hay un 50%
de probabilidades que el siglo XXI sea el último siglo de
la humanidad y del planeta; y va examinando con ayuda de una cantidad de
referencias de la física, de la química, de la biología, etc., los experimentos
que se están haciendo y los que están programados para los próximos veinte años, que suponen riesgos mortales para la humanidad en su conjunto. Y señala -no es un libro de ciencia ficción-, por ejemplo, que hay dos aceleradores de partículas, uno en los EE.UU. y otro en la Comunidad Europea. Si se aceleran dos partículas ínfimas -esto tiene
que ver
con lo
que llaman nanotecnología- casi a
la velocidad de la luz y chocan, puede producirse un hoyo negro que trague no sólo el lugar, sino al planeta entero y
al cosmos. Otra cosa que dice es que se están haciendo experimentos muy aceleradamente en los últimos quince años, experimentos que no se habían realizado nunca en la naturaleza, ni en la
de la tierra ni en la del cosmos,
hasta donde se conoce.
Dios y el demonio
Yo confieso que tengo siempre tendencia a creer
que uno vive los últimos tiempos, porque para cualquier ser
humano, el tiempo en que vive son los últimos tiempos, puesto que va a
morir. No hay conciencia pública de los peligros, salvo círculos de
científicos.
-Estas
son unas perspectivas que podríamos llamar
propiamente demoníacas, una
anticreación.
-Exactamente, una anticreación. Ahora, ¿qué puede hacerse en Chile?
Puede hacerse conciencia, por poca
participación que se tenga en los
hechos, tiene una cierta presencia, yo creo que es eso lo que se puede hacer.
-Pero, además, esto no
ocurre sólo en la ciencia. Si uno mira a la economía y a la política, existen los mismos
círculos que toman decisiones a espaldas de
las naciones y sociedades.
-Exactamente. Y tentaciones en ese sentido ha habido,
incluso en filósofos de la antigüedad,
como en la República de Platón, el gobierno
de los sabios. Y en un gobierno que duró décadas en México, el gobierno de Porfirio Díaz, pues bien, el grupo de personas que cooperaba en
el gobierno como ministros, subsecretarios, etc., eran llamados los científicos, que es exactamente el
nombre que corresponde a los niños de Chicago
y a otros sectores tecnocráticos de gobierno
de aquí en Chile, que pasan por ser científicos
de algo que no es ciencia, la economía no
es ciencia dura, exacta; así como la medicina tampoco.
Yo creo que el Padre de la Mentira, así es llamado el
Demonio, triunfa por completo en el mundo; son los últimos tiempos apocalípticos,
por lo menos en la escatología
personal.
Yo soy católico observante, no he podido perder la
Fe, lo que es gratuito. De modo que me acomoda la religión
católica, apostólica y romana. Soy católico cristiano, que es la acepción que siempre usa el Quijote para referirse a sí mismo, nunca dice católico sólo, dice católico cristiano.
Yo no sé en el caso de ustedes, pero
supongo que han tenido formación
cristiana inicial, cuando no tenían
todavía completo libre albedrío. En mi caso, yo tengo un bisabuelo que dejó unas memorias para sus nietos, finalmente hubo un solo nieto, y finalmente me llegaron a mí más que a él, y ahí dice que siga la religión católica, no la deje
porque fue fotmado en ella, si
hubiese nacido en el norte de
Alemania y fuese luterano, le recomendaría lo mismo, que siga la religión en la cual nos hemos formado, lo que me parece a mí completamente exacto.
-Eso es lo que decían
los romanos y los griegos, que uno debía seguir la religión de los padres.
-Pero en los últimos tiempos, este sistema que se
llama, según los franceses, neoliberal capitalista de mercado
desregulado, yo creo que este sistema es completamente anticristiano y antinatural.
-Bueno, algunos lo
llamamos, no globalización, sino
global-invasión.
-Claro, exacto. Yo tengo visto, a propósito de
estas cosas, de Evola, que no lo he leído nunca, y me interesó un
artículo de la revista Ciudad de los Césares, en la que se hace mención al autor. La
verdad es que he leído algunas referencias.
Hablando de cultura y sociedad
-Volviendo al tema de la cultura chilena, ¿ha habido
una aristocracia que influyera en sentido cultural? ¿Los que han influido no han sido más bien excéntricos?
-En Chile, puede ser que haya habido una nobleza de
la Conquista, pero aristocracia creo que no; la palabra
aristocracia sólo empezó a ser usada -se nota en novelas- a fines del siglo XIX. En el curso de los
siglos anteriores no era usada la palabra.
En Chile no puede haber excéntricos; en Inglaterra
hay excéntricos, porque son distintos respecto de un centro,
pero en Chile podemos ser extravagantes, que es respecto a ningún centro.
-¿A quién calificaría de extravagantes?
-Miguel Serrano es extravagante. Yo creo que soy
extravagante también. Entre otras cosas, los extravagantes son distintos unos de
otros, si no, no son extravagantes.
-Huidobro era muy extravagante.
-Huidobro.
-Edwards Bello.
-También.
-¿Qué piensa de la obra
de Joaquín Edwards
Bello, sobre todo de Valparaíso?
-Yo creo que la novela Valparaíso, puerto
de nostalgia es la más grande novela chilena desde Blest Gana
hasta ahora; hizo cuatro versiones.
-No es novela, es un fresco social.
-En el siglo XIX una obra de grandísimo valor literario, no
menor, sino tal vez mayor que la de Pérez Rosales, está en las cartas de
Portales. Son la mejor obra literaria del siglo XIX chileno, digo desde el punto de vista
literario, dejando de lado el contenido que además tienen. Bueno, enseguida,
en el siglo XX, grandes
obras literarias son del carácter de las crónicas, autobiográficas.
-La chica del Crillón.
-Por supuesto. Ni por mar ni por tierra [de
Miguel
Serrano]. Otra gran obra en Chile es La tiranía en Chile de Carlos
Vicuña Cuevas, cualquiera opinión que se tenga sobre las ideas de carácter político,
las ideas de orden social son certeras, mucho más certeras
que las de sociólogos, científicos y aún de historiadores. También el
libro de José Santos González, Cuando
era muchacho, es válido como
crónica social.
La poesía..., yo creo que es heredera del lenguaje de
las crónicas de la Conquista hasta los libros que hemos
mencionado. Como en mucho de la buena poesía de Carlos Pezoa Veliz y Diego Dublé
Urrutia, que son de las primeras décadas del siglo XX.
Pero todo ese espíritu y ese sentido, y esa conciencia
que hay..., y aquí viene un problema muy de fondo. Que habría habido en el
curso de esos cientocuarenta años de República una suerte de
homogeneidad psicológica; eso no quiere decir que se trate de raza
homogénea y mucho menos tampoco de una homogeneidad política. Pero sí desde el punto
de vista cívico, de la conciencia, más aún, del inconsciente colectivo; creo que
ahí sí que hay unos formas comunes, cualquiera que sea el estrato social que se
mire, con tal de que no sea recién llegado, es decir, de
los que son extranjeros aún.
-En cuanto a eso, ¿el punto no sería que las
capas dirigentes del siglo XIX eran cultas, y de alguna manera
transmitieron esa cultura a las capas populares? Sesenta años atrás todavía
existía una oligarquía criticable en muchos aspectos, pero que era culta. Los
mismos Edwards: El
Mercurio de hace cuarenta o cincuenta años era un diario que difundía
cultura, y hoy día, ciertamente, la cultura no está en El Mercurio.
-Eso es efectivo: en el Chile de hace cincuenta o cien años, en lo que ahora llamarían el empresariado agrícola, los dueños de fundo eran en la práctica, mucho más humanos y generosos que el empresariado actual. Yo creo que ahí había un modo de vivir que fue mal entendido, incluso cuando se realizó la reforma agraria.
Yo puedo hablar por experiencia propia: yo
conocí a un ministro de agricultura que hacía la reforma agraria, para nombrarlo era [Jacques] Chonchol, debía ser el año 1971, y le pregunté si había tomado en cuenta él, previa lectura, lo que dice Mario Góngora en dos libros: Evolución de la propiedad rural en el Valle de
Puangue y Origen de los
"inquilinos" de Chile Central. Me dijo que no tenía tiempo para leer esos textos. Eso demuestra dejación y flojera, le dije lo que decía
Foucault: que la pasión más intensa de los seres humanos es la pereza.
Como quiera que sea, yo creo que ha habido en
Chile una generación que hasta ahora ha tenido menor
capacidad de cultivarse, o disposición de cultivarse de la que había en décadas
anteriores, realmente ahí hay una falla de fondo. Ahora no hay
comunicación, no sólo dentro de una misma generación, sino que mucho menos entre
generaciones. La manera cómo se mantienen las tradiciones, desde las
históricas hasta las familiares, hasta las sociales, es a través de la
sabiduría o de la experiencia oral y así se van transmitiendo de una generación a otra.
Eros y malestar
A lo que quería llegar es a esto. En Chile, durante la
República, hubo un sentimiento que yo creo que era más inconsciente que
consciente, de que el orden en Chile, como lo dice una carta de Aníbal
Pinto, cuando era presidente, a Domingo Santa María: "yo no sé porque (esto fue un año antes de la Guerra del Pacífico) uno tiene siempre la impresión, aquí en Chile, de que el orden cuelga de un hilo y se puede cortar en cualquier momento".
Ese malestar que no tenía Portales. Portales, en jerga del siglo XX, era una figura de Eros,
claramente. Que quería crecer y que quería expandirse y, además,
era muy picado de la araña, muy enamorado.
-Dionisíaco.
-Dionisíaco, ésa es la palabra. Pero,
sucesivamente se fue produciendo algo que se siguió produciendo en el siglo XX, y es un malestar inconsciente en
la mayor parte de los casos, de que hay que hacer que Chile exista, pero hay que
hacer mucho para que Chile exista, lo que significa que hay una
especie de duda de si existe, pese a que los conquistadores llegaron para quedarse y formar una nación, pese a que se formara un Estado. Siempre está este sentimiento de inseguridad que va acompañado con otras inseguridades: la economía, el trabajo es más duro
que en otras partes de América desde
un comienzo, eso no cabe duda, y sigue
siendo una especie de incertidumbre en la casta dominante, incluso la más patriota,
salvo las personalidades dionisíacas como Benjamín Vicuña Mackenna. Resulta que hay este sentimiento que cada uno de los chilenos, tal vez en eso consiste lo patriota,
tiene que hacer en vida mucho para
que Chile exista, cosa que en cierto
modo se puede aplicar a cualquier
parte del mundo, pero no a este extremo.
Por eso es que dijo Joaquín Edwards Bello
que sí, en Chile pasan las mismas cosas que en otras partes del mundo, en todas partes se cuecen habas,
pero en Chile ocurren con un 20% de exageración,
lo que yo creo que es exacto. Hay que
hacer siempre un esfuerzo, que ojalá sea un esfuerzo consciente; por eso la conciencia
es tan importante, y por eso es tan grave que ahora, en las últimas tres décadas, haya disminuido tanto la
conciencia colectiva chilena, a
pesar de que se mantiene el inconsciente
colectivo chileno con sus rasgos, tanto positivos como negativos. Yo diría que el patriotismo en Chile consiste en
saber que hay que hacer un esfuerzo extra para que siga existiendo el país y su Estado.
Y hay corrientes que creo que se han agudizado,
gente que tiende a que el país no exista, que renuncie a este esfuerzo. Creo que eso se ha producido hasta el punto que ahora en quienes dominan, mandan y dirigen el país, no sólo políticos, sino intelectuales y empresarios, hay
la tentación del suicidio, la tentación de morir. En la casta que verdaderamente manda, que yo creo que no son más de trescientas personas físicas, con periferias de decenas de miles de personas,
resulta que hay una tentación demoníaca de morir que se expresa por dos hechos reales que se han producido
en los últimos trece años, más que en
el período anterior. Es el trato,
caritativo hasta la estupidez, de Chile
hacia las inversiones norteamericanas, en la mayor riqueza chilena que es el cobre. Yo creo que han renunciado a la nación chilena y al Estado histórico de antes de 1973, que no ha sido
rehecho. Lo que hay ahora es un
aparato estatal, con fachada de
elecciones periódicas.
-El divorcio entre el
país legal y el país real, decía Maurras.
-Yo soy gran lector de Maurras, tiene cosas
muy buenas.
El segundo hecho ocurrido en los últimos trece
años es el Tratado de Libre Comercio. Por la naturaleza de la
negociación, la naturaleza de un país y el otro, el Tratado es absolutamente
desigual.
Según este Tratado de Libre Comercio, el sistema
neoliberal, capitalista, etc., es indefinido. Chile no lo puede
cambiar soberanamente. Las ventajas que
se dan
a las
inversiones norteamericanas son gigantescas y completamente inaceptables;
entre otras materias, hay muchas en que si hay conflictos de interpretación,
todo va a una corte fuera del país, o
sea se pierde soberanía. Pero eso no les importa a quienes mandan, tanto de gobierno, como deoposición y empresariado.
Han renunciado a la nación
chilena
Volviendo con el tema, resulta que éstos han
renunciado a la nación chilena tal cual nosotros la concebimos,
y no han sido capaces de restaurar el Estado, porque aquí resulta que hay el
aparato estatal, sí, pero no hay eso, que agrega Pascal: la
justicia. En un Estado tiene que haber fuerza y justicia; otros han dicho
poderes de coerción, que son institucionales, porque también los
tribunales son de coerción. La adhesión de la población, que es psicológica, ideológica
y también inconsciente, hace la legitimidad de lo que se realiza con la
fuerza; porque en realidad, los gobiernos gobiernan siempre con la fuerza,
porque imponen su fuerza. Pero en mi opinión, no hay legitimidad desde el noventa en
adelante, así como creo que no la hubo en el período anterior.
No hay legitimidad, por lo tanto no hay Estado, falta eso.
Yo me puse en el caso de Agustín
Edwards y Ricardo Lagos. No pueden
ignorar lo que hemos hablado recién, de la gran minería del cobre y sobre el Tratado de Libre Comercio. Estuve en un partido durante algunos meses –se llamaba
Izquierda Cristiana, me cooptaron en la Comisión Política–, el presidente honorario era Rafael Gumucio, con el que tenía muy buena amistad. Además estaba [Luis] Maira. Entonces fuimos a hablar con [Patricio] Aylwin, que había sido elegido [Presidente], pero no había asumido el mando; o sea entre noviembre y marzo de 1989/1990. Le dije: ¿qué van a hacer con las
contradicciones respecto a la gran minería del cobre, con lo que está en la Constitución, que en esa materia repite lo de la Constitución de 1925, reformada en
1971, con ocasión de la nacionalización
de la gran minería del cobre? La Constitución
dispone lo siguiente: "El Estado tiene
el dominio absoluto, exclusivo, inalienable de todas las minas". Puede darlas en concesión, pero el concesionario estará obligado a
satisfacer el interés público para
su otorgamiento, son palabras
literales y también en la Constitución de Pinochet, la disposición 2a transitoria dice: "La gran
minería del cobre y las empresas del cobre seguirán sujetas a las reglas de nacionalización de 1971". Le pregunto [ a Aylwin], qué va a
hacer con la contradicción que hay
entre eso, que es el interés nacional,
y la Ley orgánica minera en que contradice lo anterior. Me contestó: “sobre eso, ¡ssshhhttt!” (se llevó el dedo índice a la boca).
Bueno, pero
¿qué está en la mente de esta gente? Yo creo que Agustín Edwards, precursor
de
estos otros, se dio cuenta -después de la Segunda Guerra Mundial, y cuando recibió la herencia de su padre, que murió a los cincuenta y tantos años, y dejó al primogénito el control,
no sólo de los medios de comunicación,
sino que también de la fortuna de empresas,
y yo sé, por parientes, que le costó
mucho hacerse cargo, porque se le había ocurrido que quería ser historiador.
Estamos hablando de un Agustín Edwards
que tenía el año 1952, 1953, veintitantos años. Se dio cuenta de algo que era patente ya, pero no era dicho: después de la Segunda Guerra Mundial, la principal potencia mundial era EU. Sólo hubo, sucesivamente, paridad militar,
nuclear, entre EU y la URSS. Pero en
lo económico, financiero, político, diplomático,
en lo pseudocultural, EU dominaba mucho más que la URSS. Tenerlo tan claro en
esa época, lo tenían sólo algunos, como Mario Góngora. Entonces se habría hecho el siguiente razonamiento: la gran potencia mundial está con el problema de la URSS, pero de todos modos es la más grande potencia mundial; estamos en el mismo continente, zona de influencia declarada de EU; tenemos que tener las
más óptimas relaciones con los EU y ceder ante
los intereses norteamericanos –todo lo cual se va agudizando con la disolución
de la URSS hace doce años. Su dominio ya se hizo absoluto y, por lo tanto, no importa que Chile reciba menos
de las exportaciones del cobre y mucho menos que las ganancias que
obtienen las compañías extranjeras; no
importa si suceden otras cosas de esta
especie, porque así vamos a ganar –y ahí esta la falla del razonamiento–
un trato privilegiado hacia Chile.
La geopolítica norteamericana
Yo creo que eso es lo que está en
el razonamiento de Lagos ahora, y de
todos los que aprueban el Tratado de
Libre Comercio. Y creo que es
erróneo, porque conozco lo que se dice en EE.UU. Fíjese que yo di en la Sorbona durante varios años un curso sobre política exterior norteamericana, en realidad, un curso de doctorado, por lo tanto lo cambiaba de año en año, así que cubrí mucho de ese tema. Yo estoy seguro que no nos van a privilegiar. El tipo de hombre de Estado norteamericano no va a privilegiar, y no le interesa Chile, como no le interesaba en el momento de la intervención de la CIA, porque Kissinger, hombre inteligentísimo pero macabro, ha dicho varias veces que Chile es la vaina de una espada que indica a la nada, que
es el polo, y que en Chile no corre
la línea de seguridad nacional
norteamericana. Estamos hablando del
año 1970, en las semanas de la elección
de Allende
y la toma del mando.
No, el peligro de lo que pasaba en Chile, era
que se demostrara la viabilidad
de una operación política en que están
partidos marxista-leninistas y que ello puede tener efecto de demostración en Italia, donde la configuración política era semejante y el Partido Comunista era
el más grande de Occidente. Ahí sí corre la línea de seguridad norteamericana,
ése es el argumento de fondo norteamericano para intervenir en Chile. Ése es un
argumento inteligente.
-Usted tuvo una conversación con Allende y le
expuso toda esta geopolítica norteamericana, pero él no lo aceptó.
-No, si él me encontró razón; pero era un político y
no un estadista. Él me dijo: “tiene toda la razón, me ha convencido, pero yo le he entregado
al Partido Socialista, en la persona de Clodomiro Almeyda y Orlando Letelier, todas las relaciones con EU; y usted mismo me ha dicho que ellos dos no están de acuerdo con usted, por lo tanto, no tengo nada que decir”. Eso no es de un estadista,
los estadistas
superan los compromisos que han tomado
de orden político partidista.
-Pero hubo un momento en que EU temió a Chile y fue al término de la Guerra del Pacífico.
-Ahí
sí. Comparado a los demás países que había en el Pacífico, y
con la cuenca entera del Pacífico, Chile tenía más capacidad de cruzar el Pacífico.
Ese fue el proyecto de Portales. Yo tengo la siguiente idea de
Portales, creo que se desprende de las cartas de Portales: con jerga de ahora,
él quería que en
Chile hubiera una burguesía nacional
expansiva, como ocurrió realmente durante
algunas décadas y eso es lo que permitió la expansión económica y militar en el norte. Hay un principio, un axioma tácito de la política exterior chilena, que ha tenido muchos ataques desde
el siglo XIX hasta ahora. Lo
expresó muy bien Gabriel Valdés,
cuando era ministro de RR.EE., y me dijo que Chile debe tener una política exterior mayor que el tamaño
del país, para poder seguir siendo lo que es, que es una versión bastante adecuada de lo que pensaba Portales.
Una
tradición romana
-Usted, don Armando, admira a Portales, ha
leído a Encina, ha leído a Maurras, admite la influencia de Mario Góngora; sin
embargo, no es un hombre de derecha.
-No, ha ocurrido lo siguiente: yo siempre he tenido las mismas posiciones heredadas familiarmente, contrario a toda dictadura, por razones morales, como decir: no es bueno que uno solo mande a todos los demás sin limitación.
-Eso es romano.
-En el fondo es una tradición romana, muchas
veces transmitida por tradición oral. Por ejemplo, a mí me enseñaron, lo adquirí
inconscientemente de niño, que no
había nunca que exhibirse en las
tablas, por ningún motivo; que tampoco había que estar detrás de un mostrador,
ésas son prohibiciones de los romanos, de
la República y del
Imperio también. Yo siempre he tenido
la misma posición que tengo ahora, la misma que tuve cuando tenía veinte años, y que cuando tenía doce años. Pero he ido quedando hacia la izquierda, y cada vez
más, no porque yo haya cambiado
realmente, porque he sido de una
coherencia majadera, sino porque han
cambiado las circunstancias y los demás.
(Los entrevistadores
cambian ideas entre sí)
-¿Se puede ser de
derecha en relación con los temas nacionales?
-La posición nacional
está por sobre derechas e izquierdas.
-Pero la misma posición
nacional, en la actualidad, está ubicada a la izquierda, está contra el
sistema.
-Es que la izquierda
también está en una posición antinacional.
-Pero claro que sí.
-Pero es que yo no creo que ésta sea izquierda.
-Yo digo que la Concertación es de centro-derecha,
con personas que son de extrema derecha.
-Ciudad de los Césares es mucho
más de izquierda que -por ejemplo-
Rocinante.
-Ah, yo estoy de acuerdo con eso. La revista la
he leído con mucho interés, todos los artículos me han
parecido interesantes.{
(Entrevistaron J.F.,
V.L. y E.R. Transcripción, J.F.)
Publicada en
Ciudad de los Césares N° 68,
Marzo/Mayo de 2004.
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